Mensaje conmemorativo pronunciado durante la Asamblea del 28º aniversario de la Unidad Indígena del Pueblo Awá (UNIPA), el 6 de junio de 2018.
En el libro del Génesis, o mejor, el libro del Génesis comienza con estas palabras: antes todo era caos, y solamente existía el Espíritu de Dios. Así exactamente es lo que sucedió.
Atención. Cuando yo llegué como párroco de Altaquer, no había nada. Todo era caos. No había pueblos, no hay territorio, no hay autonomía, no hay educación, no hay salud, no hay autoridades indígenas, no hay resguardo, no hay cabildos, no hay nada. Solamente existía el Espíritu de la Madre Naturaleza, el Espíritu de los Mayores.
Entonces, esto sucedió en 1981. Yo llegué de estudiar en la universidad. Como todo estudiante universitario, tenía el sueño, quería cambiar el mundo. Pero por cosas de la vida, llegué al territorio indígena, en la situación que ya les comenté.
Desde ahí inició la iniciativa de impulsar en el pueblo una organización comunitaria. Al principio dudé. Pero un amigo mío, un sacerdote suizo al que debemos toda nuestra gratitud, el Padre Wilfredo Lenner, me dijo estas palabras —oiga bien, palabras proféticas—:
“Pablo, a ti te corresponde preparar el terreno. A ti te corresponde. La historia te pide preparar el terreno. Porque después de ti vendrán otros a sembrar la semilla. Y otros a cosechar.”
Exactamente en lo que estamos viviendo en el 2018. Con mi equipo preparé el terreno. Y luego vinieron otros a sembrar la semilla. Y otros están cosechando el fruto de todo ese esfuerzo que se realizó con todos y cada uno de los indígenas del pueblo Awá.
No me voy a demorar, porque la historia es larga. Y no voy a contar toda la historia.
Bien. Entonces, los indígenas —oiga bien— en ese tiempo eran víctimas de opresión, de explotación, a lo largo y a lo ancho de todo el territorio Awá de Colombia. Ya dije en una oportunidad: el indígena no valía nada. Nadie daba nada por lo indígena. Vivía en la esclavitud, robaban las guaguas, violaban a las mujeres, en fin.
Así que, entonces, comenzamos el trabajo. Ese trabajo, el cual hoy gozamos todos, comenzó con un equipo. No, no podíamos trabajar solos. El reto, el desafío, es muy grande. Y para poder responder a ese desafío histórico, a esa necesidad de organización, conformamos el equipo.
Recuerdo los asesores del equipo que trabajó con nosotros. El primero, que tiene nombre propio, se llama el Dr. Miguel Vásquez Luna, abogado especializado en la legislación indígena, uno de los abogados más destacados en ese momento. El segundo personaje importante para nosotros en nuestro trabajo fue la asesora en el tema de etnoeducación, la Dra. Gloria Uribe. Y en el tema de salud, una persona a la cual debemos gratitud y que puso los cimientos de lo que hoy se llama la IPS Indígena UNIPA: me refiero a Rosita Gürms, que en paz descance.
Muy bien. Entonces, con unas pautas muy claras, con una conciencia única, asumimos una tarea: ser voz de los que no tienen voz. ¿Por qué? Porque el pueblo Awá, sumido en la opresión y la explotación, no tenía otra voz. Por lo tanto, nos tocó a nosotros ser la voz de los Awá. Y empezamos a abrir el camino.
El primer problema era que no querían la organización. No les interesaba la organización. Por una sencilla razón: estaban acostumbrados a oprimir y a explotar al indígena. Por consiguiente, ellos se convirtieron, sin querer queriendo, en los enemigos de la organización.
Segundo: algunos funcionarios de las instituciones del gobierno tampoco miraron con aprecio ese esfuerzo de organización. Concretamente el INCORA, en ese tiempo, el INCORA de pasto. Cuando nosotros, con ese esfuerzo, con esa concientización, con esa organización, tocamos las puertas del INCORA, ellos se negaron a dar el visto bueno para la constitución de resguardo. Decían: “ no están autorizados para hacer aprobación de resguardos”.
Pero gracias a nuestro abogado, hicimos diligencia directamente con Bogotá, con el INCORA Bogotá. Y gracias al INCORA Bogotá, y a los esfuerzos que se hicieron, fue posible, poco a poco, abrir el camino para hacer posible la Unidad Indígena del Pueblo Awá.
Ya voy a terminar.
Nos encontramos con una novedad dentro del proceso organizativo. Los gobiernos de Colombia y Ecuador, a través de los ministerios de relaciones exteriores, tenían un proyecto. Se llamaba Plan Binacional Awá. A espaldas del pueblo —que no tenía ni autoridades, ni cabildos, ni resguardos— los ministerios hicieron un Plan Binacional cuyo interés era únicamente la biodiversidad, la riqueza de todas esas 550.000 hectáreas en la parte colombiana.
Entonces, nosotros fuimos invitados en el momento oportuno para hacer presencia dentro de lo que se llamaba en ese tiempo la Unidad Étnica Colombiana. Afortunadamente, nos invitaron. Allí intercambiamos, hicimos reuniones, y nos fue muy bien.
Y nosotros fuimos fieles al pueblo Awá. Fuimos voceros de un pueblo que no teníamos, que no tenía presencia. Lo hicimos por esa convicción grande que llevábamos: de que el pueblo Awá merece lo mejor, merece ocupar el puesto que le corresponde.
Dentro de ese esfuerzo, tumbamos las iniciativas del Plan Binacional Awá, que solamente miraba la rica biodiversidad, ignorando la historia, ignorando las tradiciones, ignorando al pueblo Awá. Les recuerdo que una de sus iniciativas era establecer una reserva de biosfera, una reserva de biosfera.
Y gastamos muchas reuniones para hablar sobre el tema, mientras que nosotros no estábamos interesados en la reserva de biosfera. Estábamos interesados en la organización del pueblo Awá.
Y después de muchas luchas, amenazas y tantas cosas, nosotros logramos que las instituciones que trabajaron con nosotros se unan a la causa. Y gracias a muchas personas, de instituciones, fue posible entonces derrumbar ese muro, construir algo nuevo, algo mejor.
Dentro de ese esfuerzo, en el momento oportuno, hicimos convenio/acuerdo con el CRIC, convenio/acuerdo con la Organización Nacional de la ONIC, hicimos acuerdos y convenios con la OREWA. Es decir, con pueblos que ya tenían una gran experiencia y que nos podían aportarle a la concientización, a la organización y a la movilización del pueblo Awá.
Una lucha muy linda, una lucha histórica. ¿Por qué? Porque lo hicimos en el momento oportuno. El 6 de junio de 1990, en la Reserva Natural de La Planada, nació una linda bebé, una linda niña, fruto del esfuerzo, de las lágrimas y del sacrificio de todos. Y esa guagua tiene nombre propio: Unidad Indígena del Pueblo Awá, 6 de junio de 1990.
En nombre de todos aquellos a los cuales muchos de ustedes no nos conocen, muchos de ustedes no tienen ni idea, pero he venido a darles un humilde testimonio. En nombre de estos hombres y mujeres que se solidarizaron con nosotros, en nombre de ellos: felicitaciones en estos 28 años de vida de la Unidad Indígena del Pueblo Awá.
Oiga bien, con esto termino. Lo hicimos en el momento oportuno. ¿Por qué? Porque después de 1990, en el territorio Awá comienzan a aparecer agentes distintos, diferentes del pueblo Awá: aparecen los grupos armados, y luego el narcotráfico, la delincuencia común… todos esos agentes.
Y si hubieran estado antes, estén seguros, esos agentes no nos permitían la organización. Afortunadamente, nuestro Dios —el Dios de la vida, el Dios de los pobres, el Dios de los indígenas, el Dios que quiere la unidad— nos dio valor para trabajar en el momento oportuno.
Repito: si no se hubiera hecho ese trabajo, estén seguros que los enemigos de la paz, los enemigos del pueblo indígena, si hubieran entrado al territorio, hubieran hecho desastres. Pero gracias a Dios, no les dimos esa oportunidad. Porque todo, como decía el Chapulín Colorado, estuvo fríamente calculado.
Muchas gracias. Muchas gracias de todo corazón. Gracias a las autoridades indígenas. Gracias a las instituciones. Gracias a todos los que acompañan este proceso, con sus iniciativas, con sus esfuerzos, con sus lágrimas… En fin, gracias.
Estamos convencidos de que el pueblo Awá tiene presente y tiene futuro.
Oigan bien, queridos amigos, queridos hermanos, hijos de la Mama Tierra, hijos de este hermoso territorio: no nos quedemos aquí. Tenemos que seguir trabajando.
La Unidad Indígena del Pueblo Awá, como dijo una compañera, no son los gobernadores, no es el consejero mayor, no son los consejeros. La UNIPA somos todos. Todos somos UNIPA. Y la UNIPA es nuestra.
Y tenemos que trabajar, y hasta entregar la vida por esta unidad, por este pueblo Awá.
Estoy consciente, porque he seguido de lejos, he seguido caminando con el pueblo Awá. Estoy consciente de los problemas, de los retos, de los desafíos que tienen que vivir los distintos resguardos con sus autoridades. Estoy consciente.
Pero les doy un consejo, nacido de mi experiencia: lo importante no son las divergencias. Lo importante no son nuestras preocupaciones personales.
Por eso, si hay dificultades, no se trata de sembrar cizaña en esta gran labor. No siembres cizaña. Lo que tienes que sembrar es buen trigo.
¿Y cómo se siembra el buen trigo? Pensando en la Unidad Indígena del Pueblo Awá.
Como dijo un presidente: “No preguntes qué puede hacer la UNIPA por ti. Pregúntate qué puedes hacer tú por la UNIPA.” Esa es la pregunta. Y eso es lo importante.
¿Qué puedes hacer tú como hombre, como mujer, como líder, como gobernador? ¿Qué puedes hacer con la UNIPA?
Y entonces, sabiendo que hay desafíos, que hay retos, que hay limitaciones, busquemos entre todos lo que nos une y dejemos a un lado lo que nos desune.
Lo importante es el pueblo Awá por encima de nuestras convicciones políticas u otras convicciones.
Muy bien, queridos amigos. Nada más. Gracias. Gracias a todos de todo corazón.
Pablo Alfonso Obando
Fundador de la UNIPA
📍 Grabación y transcripción: Javier Ramiro Guanga Pascal
Docente del Centro Educativo Indígena Awá El Gran Sábalo – Sede 1
📆 Fecha de transcripción: 24 y 25 de julio de 2025
Este documento queda disponible para quienes deseen leerlo y compartirlo en espacios comunitarios y pedagógicos, respetando siempre su integridad y citando al autor.