Un día como hoy, quedó en el ayer; solo recuerdos saludan a mi mente. Sucedió el 29 de julio del año 2019. La noche aún estaba joven en la comunidad de asentamiento indígena Awá, que lleva el nombre de Predio El Verde, lugar de los visionarios luchadores y luchadoras Awá, que, con el tiempo y el esfuerzo, se convirtió en la sede administrativa de la Unidad Indígena del Pueblo Awá-UNIPA, en la jurisdicción del Resguardo El Gran Sábalo, por cierto, un territorio encantador, esperanzador para quien ama la tierra y camina en su belleza. Allí yacen las historias del pasado que recorren las voces como el viento; al menos eso es lo que piensa el ser de la selva, a diferencia de aquellos que tienen la idea de que la riqueza solo está en los bolsillos, sienten que la lluvia incomoda su rutina y no desean vivir en territorio de “cielo roto”.

Aquella noche, todos descansábamos en casa, junto a la familia, para retomar las diversas actividades al día siguiente. Algunos seguíamos despiertos (al menos eso intuía). No quería despedirme sin antes haber conversado un buen rato con nuestros amigos y amigas a través de la red social a la que tanto apego hemos atribuido; todo parecía transcurrir en tranquilidad.

Durante el día habían circulado mensajes sobre gente extraña que deambulaba por los alrededores del predio en las noches, con rostro encubierto. Algunos mensajes nos advertían sobre la circulación de panfletos sobre esta situación. En aquellos momentos de descanso se escuchaban sonidos semejantes a pitos de carros que transitaban por el lugar de la Vía Panamericana Tumaco-Pasto; los chillidos de los carros se aproximaban por instantes. Era extraño escuchar bocinas a esas horas de la noche; por momentos resonaban canciones de música popular. Parecía como si alguien pasara por la vía festejando algo o anunciando que había llegado alguien a derrochar la vida con la cerveza. En menos de treinta segundos se había silenciado. Me preguntaba: “¿Qué ha pasado?”. Seguramente no se trataba de una celebración, pues no era un fin de semana como para andar divirtiéndose en una zona que estaba declarada objetivo militar para quienes irrumpieran el horario difundido.

Días antes, también se habían escuchado carros que transitaban en caravana; eran automóviles que acompañaban el entierro de una estudiante de décimo grado, perteneciente al Resguardo Alto Ulbí, quien había sido asesinada. Los sonidos no eran alentadores; seguramente se trataba de otra víctima que había sido remitida de urgencias hacia algún hospital y que estaba de retorno a su lugar de la sepultura, situación que se ha convertido en algo habitual a nuestro alrededor. Las ideas vagaban en el ambiente; yo solo imploraba a los Dioses, pensando en estos seres, en la inconcebible realidad para las familias que debe resultar este hecho.

De pronto, se escucharon los sonidos de una moto que se había detenido en la entrada que conducía a mi hogar. Me levanté y miré por la rendija de una tablilla rota; desde allí se alcanzaban a ver las luces que salían de la casa del vecino. Me acerqué para estar pendiente; estaba inquieto por lo mencionado durante el día. No se podía estar durmiendo serenamente como si nada tornara. Por suerte, no ocurrió nada que pueda alarmar al espíritu ɨnkal Awá; no vi entrar la moto. Inmediatamente decidí alertar a la comunidad por el grupo de WhatsApp que había creado el cabildo para conversar e interactuar con la gente. Ya eran casi las once. Expuse lo que había escuchado; de inmediato Bisbicus reaccionó y volvió a reenviarnos un mensaje que había recibido durante el día. Luego escribió que tuviésemos cuidado.

Pero luego, nuestra autoridad del Territorio, Canticus, nos impactó con algo más doloroso: se trataba de una foto en la que aparecía un ataúd rodeado de personas que indudablemente eran sus familiares y amigos cercanos. Sin apuros, el Gobernador expresó el duro momento por la pérdida del Gobernador suplente de la comunidad de Camarón; compartían fotos en los momentos en las cuales había estado en vida. Aparecía con algo que lo caracterizaba: era su bastón, con su chaleco impecable, al lado de sus compañeros. Como ráfagas de viento empezaron a llegar palabras de reflexiones. Con profundo sentimiento, empezamos a lanzar opiniones que iban formando diálogos aleatorios.

Las siguientes intervenciones son extraídas del diálogo mencionado; ya que me parecía importante analizarlas con detenimiento —o, como se suele decir, mirar con lupa—, en todo lo que allí se había escrito con profundo sentimiento. Parecía que estaban dando las claves o, en términos nuestros, nos estaban dando orientaciones; nos estaban enseñando el camino a seguir para la vida de nuestro pueblo Awá. Bisbicus era uno de ellos; intervenía como siempre, con sabiduría. Aquí se debía aprender de cada palabra que expresaba. No se podía pasar desapercibido un hombre que le ha dedicado toda su vida, día y noche, a la defensa del pueblo Awá; en síntesis, un Awá que trabaja más allá de sus deberes.

Bisbicus: Hay amenazas, tendrán cuidado. Hace 10 años me acuerdo que teníamos una buena forma de comunicarse.

Attɨm Awá: Kuisha kueit makpas suamikane. Realmente no sé qué nos esté pasando a la juventud, teniendo la vida por delante, y somos nosotros mismos quienes nos matamos. Mucho que reflexionar.

Bisbicus: Por una parte tenemos grave amenaza de los actores armados.

Canticus: El compañero Gobernador Suplente de comunidad Camarón, quien nos deja un gran vacío, el día viernes intentó suicidar; lamentablemente no sobrevivió. Falleció el día de ayer en el hospital, en la ciudad de Pasto.

Bisbicus: Más me duele y preocupa saber que jóvenes, llenos de amor y vida, tomen la decisión de acabar la vida. Somos un pueblo indígena Awá de menos de 30 mil personas; a este ritmo sí que estamos muy graves.

Sí, a este paso sí que nos pone muy tristes. Primo, ¿cómo se llamaba y cuántos años tenía?, ¿tenía señora e hijos? ¿Aquí, en este registro fotográfico, cuál es el compañero que tomó esa decisión tan lamentable?

Attɨm Awá: Este caso debemos reflexionar bastante, escribir si fuese posible, porque entendiéndolo bien, es nuestra autoridad quien se ha suicidado, y eso es grave. La pregunta es: ¿en qué estamos fallando? ¿Será que nuestras autoridades en la antigüedad, antes de que existieran los cabildos y resguardos y/o figuras de comunidades, se suicidaban? ¿Y cuál es el papel de autoridad en estas épocas? Somos muy raros los seres humanos. ¿Será a causa de la poca afectividad que nos ha transmitido nuestros padres? Me doy cuenta, de acuerdo con las situaciones presentadas en nuestra región, que muchos jóvenes y jovencitas, para resolver los problemas, acuden al suicidio, y pienso que no es correcto; al contrario, dejan vacíos enormes para la familia. Kuisha tɨnta makpas. Debemos indagar en las causas: ¿será acaso porque nos han educado con el alcohol? ¿Será acaso porque nos hemos educado en medio de la vida de la coca?

Canticus: Camilo Pai, compañero Awá soltero, de 26 años.

Bisbicus: Veo una persona muy joven; muchas veces parece que nos falta compartir más tiempo y salir a conocer otros lugares.

Ah, qué momento tan difícil para la familia y la comunidad. Nos duele mucho. Muchas gracias por la información, primo.

Attɨm Awá: Los Awá no deberíamos morir de esa manera; duele en el alma perder gente que ha venido aportando al proceso. Tuve la dicha de conocerlo y estrechar su mano; ¡juntos con sus compañeros estaban allí apoyando siempre!

Canticus: Con mucho gusto, primo.

Kane, sunkana chanap makuanaish, el compañero nos acompañaba en todas las actividades: en las reuniones, asambleas, mingas.

Comunicador Awá: Kuisha tɨntaime, usmikane kuisha cham akin.

Bisbicus: En los últimos 20 años, en nuestro resguardo ha venido presentándose muertes por situaciones de salud, por la naturaleza, por el conflicto armado y por una mala decisión, como el caso de nuestro hermano Awá Camilo Pai, de la comunidad de Camarón. Respetuosamente, ante esta situación que acaba de suceder con una autoridad, de manera especial recomiendo que tratemos de organizar al menos un encuentro de un día en la comunidad de Camarón para hacer un acompañamiento a la familia y a la comunidad.

Canticus: Totalmente de acuerdo, primo. Mañana, a partir de las 2:30 p. m., ingresaré hacia la comunidad de Camarón para acompañar a la familia y a la comunidad.

Bisbicus: Muy triste noticia que un gran minguero se haya acabado su vida de esa manera.

Attɨm Awá: ¡Mucha fuerza en este vacío momento!

Bisbicus: Considero que esto ya tocó fondo; en esta vez fue una autoridad de la comunidad. Debemos pedir acompañamiento de personas solidarias y formular propuestas para trabajar en varios niveles de acompañamiento. Qué bueno, antes de ir, recomiendo que trate de llamar y pedir orientación a nuestra querida amiga Kuankua.

Canticus: Katne kuisha wari, primo.

Después de sostener estas conversaciones virtuales, la plataforma se tornó silenciosa; cada quien dejó el chat sin despedirse, preocupados por lo acontecido. Ya no llegaban los mensajes. Unos decidimos descansar, mientras otros seguían acompañando a la familia del difunto en esta triste noche.

Al día siguiente me percaté de que habían continuado hablando unos minutos más tarde, un poco después de las doce de la medianoche. Estaba sorprendido; veía con asombro los mensajes que habían compartido. Lo increíble era que, a pesar de las altas horas de la noche, con cansancio y, sobre todo, con múltiples tareas, con varias cosas en la mente, le habían dedicado su tiempo al análisis. “Eso es mucho amor al pueblo”, pensaba. Había intervenido con una imagen inicial de un autor anónimo, que expresaba: “Si desde el inicio nos contaran que en la infancia se define la salud mental de un adulto... entonces trataríamos con más amor el alma de los niños”. E inició a compartir sus reflexiones nutridas de experiencias. Esta vez era nuestra amiga Kuankua, que en nuestro territorio le llamamos con cariño Kuankua Sattɨ. En esta conversación había algo muy especial: eran dos personas que poseían una amplia experiencia de vida, y entonces el diálogo se tornó motivador e inspirador ante las circunstancias.

Bisbicus: Históricamente hemos vivido en la selva.

Kuankua: Es urgente hacer un alto en el camino y mirar hacia dentro. Un programa que tenga como objetivo fundamental desarrollar acciones que promuevan en la familia el buen trato hacia las mujeres, los niños y las niñas. La primera infancia, desde la gestación, es donde el cerebro del ser humano recibe la información de si es deseado o es querido. Una mujer que es violentada transmite a su hijo o a su hija las emociones dañinas, que luego se ven reflejadas en las conductas propias de la depresión. Un entorno protector en la familia ayuda a superar este traumatismo. Cuando no se cuenta con el apego y la protección será muy difícil que, en el transcurso de la vida, pueda resolver los conflictos de la mejor manera.

Bisbicus: Una vida con calma, en familia y trabajando con cambios de brazo; la minga y compartiendo la semilla. Sembrar para asegurar la comida, la tierra para vivir.

Kuankua: Sí, eso ayudará mucho a que, aunque el entorno sea hostil, lo supere. La escuela ayuda en la medida en que los profesores vean al niño y a la niña como una persona que necesita, además de tomarle la lección o exigir un rendimiento, ser escuchado y tomado en cuenta. Viendo y escuchando.

Bisbicus: Mi estimada amiga, muchas gracias por compartir esta valiosa información.

Kuankua: Es muy importante que ustedes sean conscientes de que es vital para la pervivencia de su pueblo encaminar el plan de vida hacia el presente y el futuro de la población infantil y juvenil, que, según el censo, está en mayor número.

Bisbicus: Sí, totalmente de acuerdo. Así es. En general, nuestro pueblo indígena Awá es una población muy joven.

Kuankua: Hoy, desafortunadamente, los entornos protectores están muy frágiles. Es necesario revitalizar todo aquello que sus abuelos y abuelas les enseñaron para que hombres y mujeres ejerzan su responsabilidad de ser padres y madres.

Bisbicus: De acuerdo. Esto nos lleva a hacer un gran trabajo de base y un acompañamiento permanente en terreno.

Kuankua: Ya se está sintiendo, y de qué manera, el de hacer niños y niñas adultos antes de tiempo. Todo tiene su tiempo de crecer. La naturaleza nos enseña a no acelerar los procesos.

Bisbicus: Sí, muy triste y difícil situación.

Kuankua: Si en cada familia se cambiara de actitud de cómo ver a los niños y a las niñas, se iniciaría el cambio para construir una sociedad más llena de alegría y no de desesperanzas, como vemos hoy a la juventud. Aprenderían a superar los conflictos y, sobre todo, a seguir el buen ejemplo de los padres. Una pregunta que deben hacerse es contestar: ¿qué ejemplo le estoy dejando a mis hijos y a mis hijas?, ¿qué territorio heredé de mis abuelos y hoy qué les voy a dejar como herencia? Y una última: ¿qué voy a hacer para que sean felices?

Un gran abrazo. Creo todavía en la esperanza y en que en el territorio Awá hay mucha riqueza espiritual para seguir transformando lo que está torcido. Solo es proponérselo. Tienen manos amigas que no los dejan solos. Ya se está tocando fondo y esto sirve para ver y hacer. La solución está dentro de ustedes.

Bisbicus: De acuerdo. Oiga, aquí está el tema grueso de una gran apuesta como pueblo y metas a mediano y largo plazo.

Canticus: Así es, estimada amiga.

Bisbicus: La verdad, afortunadamente tenemos todo lo necesario para vivir. Para nosotros, los ɨnkal Awá, lo más importante en la vida es la tierra; nuestro decir: un Awá sin tierra no es nadie, no es Awá. Nuestra felicidad está en la selva; andar libre como el viento, comunicarnos con los espíritus mayores. Vivir sin afán por el dinero, ni tampoco pensando en dinero fácil. Me acuerdo mucho: hace 40 años era criar gallina, marrano, comprar fósforo, petróleo, anzuelo y nailo. La prioridad era vivir, sembrar y cosechar la comida.

Kuankua: Ustedes son muy ricos en saberes, territorio y, sin embargo, se ha empobrecido el espíritu, y esto hace que se vuelva invisible lo que tienen. Ya es hora de volver a sembrar y cosechar. A cuidar lo propio. A sentirse orgullosos de lo que poseen porque es de ustedes y su descendencia. A ser mejores cada día. A que no permitan que la vida se acabe cuando está iniciando.

Bisbicus: Sí, muy amable; muchas gracias por compartir sus palabras y sus profundas reflexiones que está haciendo a estas horas de la mañana.

Sí, mi estimada amiga.

Kuankua: Solo viendo puedo hacer. Volver a enseñar, volver al fogón y respetar a los mayores y mayoras. Su medicina y sus rituales. Lo que ha funcionado durante siglos hay que seguir haciendo. Lo que ha dañado la armonía y ha terminado con las buenas prácticas es tóxico. No vale la pena seguir con espejismos que nos trastornan la realidad. Volver a las raíces para soportar las tempestades.

Bisbicus: Todo está en el querer. Dicen que en el querer y la palabra es el éxito de todos los proyectos de vida.

Kuankua: Sí, esa es la actitud. Hay que ver. Quienes deciden irse es el mensaje que nos dejan. Que los que quedamos veamos lo que nos hace posible el vivir. Así que ver y hacer.

Bisbicus: Sí. Sembrar y cosechar la comida: no faltaba el chiro, la yuca, chilma, papa cun, la caña, limón, lulo, pan de norte, entre otros. En especial el chiro y el maíz. Mi estimada amiga, así es; es lo que en los últimos años hemos visto: que, día a día, estamos dejando todo, un camino más fácil que nos lleva a perder el camino; en este caso, la vida, en par de segundos, por cualquier circunstancia. Si no es una cosa, es otra que amenaza hacia el exterminio de nuestro pueblo indígena Awá.

Kuankua: Ahí tienen un ejemplo de salud mental.

Bisbicus: De acuerdo. Esto de volver al fogón, caminar por el camino ɨnkal Awá, alimentación propia, la dinámica Awá en hacer los trabajos propios, la vivencia ɨnkal Awá, el compartir en familia, la felicidad, la solidaridad y la hermandad es lo que ha venido quedando a un lado. Porque otras personas nos dicen que somos pobres; nosotros vivimos repitiendo eso y, por eso, sin valorar el río, la quebrada, el bosque, los lugares sagrados, los espíritus mayores, hemos empezado a vender las tierras y a talar el bosque, sin una planeación y menos una proyección de vida. He visto que dudamos mucho de nuestra capacidad y de la riqueza que tenemos en nuestras manos, tales como el territorio, la cultura, la autoridad propia y los derechos conquistados como resultado de la lucha permanente del movimiento indígena.

Kuankua: Hay esperanza en la medida en que volvamos a la espiritualidad, a ser mejores personas, a volver al ɨnkal Awá noble de corazón, valiente y protector del mundo. Un ser humano capaz de serenarse y resolver lo que se le presenta en la selva. Un buen hijo, un buen hermano, un buen padre, un buen esposo. Un buen administrador de sus bienes. Es por eso que hoy ustedes aún disfrutan de su selva. ¿Hasta cuándo? Es tan efímero el paso por este mundo que sus ancestros lo sabían y se prepararon, y prepararon a sus abuelos y abuelas para preservar, para guardar, para entender a los invasores. ¿Cuándo?, ¿dónde? y ¿por qué ya no se siguió con la tradición de transmitirles a las hijas y a los hijos? Han vivido históricamente asediados. Pero cuando las raíces son fuertes no hay viento que las derrumbe.

Bisbicus: Sí, la espiritualidad ɨnkal Awá. Hemos sentido que es posible cuando escuchamos con humildad y estamos dispuestos a aprender a vivir según las historias y las palabras de los mayores; saber respetar los espacios y pensamientos.

Kuankua: Así que a sembrar para cosechar: sembrar amor, sembrar saberes, sembrar más árboles, sembrar solidaridad, respeto, honestidad, alegría, música. Desechar y desconectarse de lo que hace ruido, lo que molesta, lo que produce temor, lo que está dañando a la cultura, lo que no me permite ver lo que realmente soy; dejar ir lo que no es propio. Así se irá sanando la tierra y la gente.

Bisbicus: Totalmente de acuerdo. Hemos visto que esas raíces se han venido debilitando a medida que nuestras familias Awá han dado la prioridad para escuchar —y, en el peor de los casos, llevar a cabo— personas no indígenas adentro, no solamente a la comunidad, sino a su casa, cuando históricamente nuestros abuelos se abstenían de decir dónde vivían. Tenían sus caminos de entrada hacia la casa por una quebrada; en el paso del camino paraban ramas para que, quien no conocía el camino de la entrada a las casas de las familias, pasara por el camino vecinal y no hubiera el contacto y, menos, esa vivencia con violencia.

Bisbicus: Sí, muy cierto. Aquí está el tejido y la cosmovisión ɨnkal Awá que, día a día, se nos ha ido perdiendo. Lo más triste es que ahora creemos más a los llegaderos y vecinos —que dan consejos para que nos derrumbemos— que a los mayores Awá.

Kuankua: Muy sabios. Hay que revivir y replicarlo en todos los espacios, en cada lugar donde se encuentran. Levanten las voces ahí donde nadie escucha.

Bisbicus: Lo peor es que estamos vendados los ojos y tapados los oídos, hasta que nos llega el agua al cuello y es la preocupación de qué hacer. Se empieza a buscar culpables: a las autoridades y a los líderes indígenas.

Sí, había la tranquilidad, hermandad, solidaridad, reciprocidad, confianza y respeto.

Kuankua: Es algo que aprendieron de nosotros: a echarle la culpa al otro cuando algo sale mal. Recomponer el camino no es tarea fácil, pero se puede lograr.

Bisbicus: Sí. Así, cada día, ha empezado a descomponerse el tejido social y a generarse la desconfianza. Allí aplica el proverbio, creo que dice algo así: “Divide y ganarás”. Nosotros estamos seguros de que sí podemos; aún estamos a tiempo.

Kuankua: Desafortunadamente es así. Cuando el tejido está disparejo, hay que desbaratar y volver a comenzar, aunque la fibra ya no sea la misma.

Bisbicus: Y a reencontrarnos entre los hermanos. Así cuentan los mayores.

Kuankua: Sí, esa es la solución. Un encuentro desde adentro y volver a empezar.

Bisbicus: Que el trato que daban los espíritus mayores a nosotros era este trato de la expresión “hermanos(a)". Pero si es posible, allí estaremos firmes.

Kuankua: El hablar en vez de gritar. El aconsejar en vez de golpear. El caminar en vez de saltar. El escuchar en vez de ignorar. Así es como se comprende mejor y se actúa mejor.

Bisbicus: Así es; este es el camino.

Kuankua: El cambio de actitud no necesita plata. Se logra con un programa mental: el ver a quienes lo rodean como la prolongación de sí mismo.

Bisbicus: Claro, allí está la sabiduría y pensamiento propio.

Kuankua: Dar de lo bueno que soy sin ofender.

Bisbicus: Más es la fuerza de voluntad: interiorizar y ver hacia adentro. Es tener la capacidad de hacer la autocrítica e ir mejorando poco a poco, y no señalando a los demás y tampoco a la defensiva. Es saber aceptar y estar dispuesto a los cambios de actitud para la vida.

Kuankua: Y hoy vemos cómo las personas que deciden irse nos muestran que debemos actuar. Que ningún ser debe irse sin conocer la gran riqueza que tiene y que puede construir una vida nueva con nuevas oportunidades.

Bisbicus: Es evitar sufrimientos; querer dejar las huellas y caminos para las futuras generaciones.

Totalmente de acuerdo.

Kuankua: Deseo de todo corazón que los grandes espíritus y el alma de sus abuelos y abuelas los guíen y les muestren a cada uno el camino que debe seguir para volver a encontrarse como hermanos y hermanas.

Bisbicus: También es pensar el bien para los demás: la verdad, la sinceridad, la amistad, la alegría, la tranquilidad y soñar colectivamente.

Kuankua: Sí, cuando nos alegramos por la felicidad de los demás, el universo nos regala grandes sorpresas.

Bisbicus: Sí, nuestros mayores manejan mucho la lealtad, la gratitud, la oralidad, las historias y la espiritualidad ɨnkal Awá.

Kuankua: Eso es admirable y un ejemplo a seguir. La humildad y la generosidad van de la mano. Es un gran don que pocos tienen. Ya veo el reloj y estamos en las 2:30 a. m.

Bisbicus: Sí, así mismo la disponibilidad de tiempo para escuchar, la disposición para acompañar, la coherencia y la tolerancia.

Kuankua: Les deseo los mejores sueños. Gracias, gracias, gracias.

Bisbicus: Muy bien, muchas gracias por disponer su valioso tiempo. Sabe que los sabios mayorías ɨnkal Awá nos están acompañando para expresar todas estas palabras de vida.

Kuankua: Antes de irme, ahí les envío esta invitación. Por si de pronto están en Pasto.

Bisbicus: Nuevamente, muchas gracias por todo, mi estimada amiga. Que descanse. Hasta mañana.

Bisbicus: Muchas gracias.

Los jóvenes no habríamos resistido a semejante trote. Allí se podrían hacer varias interpretaciones: ellos habían concluido una conversación que terminaba casi a las tres de la madrugada. A partir de allí, con el sabor de la mañana fresca, surgieron estas reflexiones: debemos poner mayor cuidado; el viento no se puede llevar las palabras y seguir dialogando y trabajando al día siguiente como si nada. Las palabras valen, tienen sentido. ¿Cómo es posible que un diálogo tan importante, que requiere pensar para escribir, con el esfuerzo para permanecer despierto hasta altas horas de la noche, pase desapercibido? ¿Y nosotros despreocupados sin hacer nada? “Debemos, tan siquiera, rescatar lo que se ha dicho y empezar a estudiar estas reflexiones, mirando con humildad palabra por palabra”, decía en mi imaginación, en una mañana refrescada por los vientos de los árboles de nuestras sagradas montañas.

Es verdad: en algunos sitios, hoy ya no es costumbre conversar con un mayor sabedor al lado de un fogón; pero eso no significa que no debamos seguir dialogando, en cada momento. En cada uno de nosotros está el fuego: si muere la palabra, el pensamiento muere y el fuego se apaga. Es verdad: hoy las conversaciones solo quieren fluir a través de los diálogos virtuales; las nuevas tecnologías nos están conduciendo a evadir nuestras prácticas culturales. Estas tecnologías son necesarias, pero ponen en declive nuestros procesos propios. Parece que hoy los fogones están desapareciendo; esos fogones que despertaban el espíritu de las narrativas históricas, que se compartían entre sonrisas, relatando los hechos del día y pensando en los quehaceres del mañana. “Mientras sigamos caminando a la forma Awá, no hay nada que nos detenga y nos destruya; ya es cuestión de nosotros”, decía, entonando palabras en la imaginación.

Frente al diálogo gestado, a eso de las 6:30 a. m., decidí escribir algunos mensajes para compartir una humilde reflexión, tomando como base las conversaciones sostenidas en la madrugada. Obviamente ya era otro día, pero algunos seguíamos atizando el fuego con las leñas.

Attɨm Awá: Ojalá construyamos una educación que responda a los anhelos de la comunidad. Vemos que es difícil en nuestro territorio, que, en vez de planificar otras actividades o dinámicas, las escuelas estén regidas en absoluto por el horario de la exclusión. Creo que, en vez de castigar por llegar tarde, para un niño Awá no sería conveniente regresarlos. He venido escuchando, en algunos “establecimientos” educativos —centros educativos en nuestro territorio—, que por llegar tarde los regresan sin saber los motivos de los niñ@s. Obviamente desean impartir la disciplina, la responsabilidad, el compromiso; pero dicha actitud de regresarlos no ayudaría. ¿Será que busca resolver dichos patrones de comportamiento?

Después de haber escrito un pequeño texto, Bisbicus estaba de nuevo. Ya eran las 7:30 a. m.; entró a interactuar en forma, con actitud. Además, era el primero en seguir la opinión. Solo sonreía al ver semejante fortaleza. En muchas ocasiones nos ha dicho que está mal de salud; a pesar de ello, continúa. Pareciera que la comunicación, el trabajo, el pensar fuera su medicina, su aliento. Pero luego recordé que, en alguna ocasión, nos había dicho que es desesperante, angustioso el no hacer nada.

Bisbicus: En la vivencia y la experiencia educativa en nuestro pueblo indígena Awá, nos hemos dado cuenta de que la mayoría de los estudiantes, la escuela y el colegio se convierten en su segunda casa. Así, para varias familias del pueblo Awá, un establecimiento educativo es un entorno protector; tanto así que podemos ver que los poblados están alrededor de las escuelas y colegios. Me acuerdo mucho: cuando, hace 28 años atrás, además del proceso organizativo, era una prioridad solicitar la creación de las escuelas y construcciones de casas comunales para las reuniones.

Allí finalizaba la conversación. De manera que me dirigí a todos solicitando me permitiesen extraer el diálogo en un documento. Bisbicus no se opuso; al contrario, dijo que estaba muy feliz.

Bisbicus: Compañero Attɨm Awá, de mi parte no hay ningún problema; me alegra mucho saber que haya personas que valoran estos aportes que contienen inspiraciones profundas, reflexiones y palabras de vida.

Estas palabras alentaron el ánimo de querer hacer lo que tenía en mente. Aunque los demás no dijeran nada, continué haciendo lo que hoy podemos ver en estos textos. Todo surge a raíz de las situaciones que tristemente hemos vivido. Realmente me ha dejado pensativo todo lo ocurrido: dos días atrás había soñado atrapando guañas, pero también soñaba que estaba en el cementerio; había personas allí. No había contado a nadie. Según nuestra creencia, es mejor guardar en secreto algunos de los sueños y señales; puede ayudar a evitar los acontecimientos. Pero simplemente ocurrió este hecho tan lamentable.

Después de lo sucedido, al día siguiente cantaba un pájaro en las noches. Este canto no es tan deseado; este pájaro no es tan querido. Los mayores dicen que es mala señal: anuncia que una vida humana acabará pronto; por ello, su sonido no es tan armónico. Raras veces suele escucharse a este cantor y, cuando lo hace, aturde hasta el alma, sin saber quién será mañana; porque, para morir, no se nos avisa. Solo queda encomendarse en los buenos espíritus y en las buenas andanzas.

Pasaron los días, y una abuela —una mujer Awá procedente de la comunidad El Sábalo— falleció el día 11 de agosto, a causa de su delicado estado de salud; cuestión que nos ha dejado sin palabras ante hechos tan irreparables. Nuestros mayores y mayoras, conocedores de enormes sabidurías, se nos están yendo para el otro mundo, y nosotros nos estamos quedando huérfanos del saber milenario.

Hoy por hoy sigo investigando los sueños desde la interpretación Awá, conversando con los abuelos y abuelas: entendiendo, aprendiendo. Son nuestros mayores quienes nos inspiran a amar lo que somos, lo que sabemos, lo que tenemos.


Créditos.

Autor: Javier Ramiro Guanga Pascal

Lugar: Resguardo El Gran Sábalo – UNIPA (Nariño, Colombia)

Fechas: Redacción y transcripción 14 de agosto 2019 · Terminación para publicación web 06 de septiembre 2025

Agradecimientos: autoridades, mayores sabedores, mujeres, jóvenes y familias de El Gran Sábalo por su palabra y orientación espiritual.

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