Andaba cocinando y, de repente, en medio de sus juegos con su hermano, su voz y su mirada se dirigieron hacia mí:
—Papá, ¿tú eres feliz aquí? —me dijo Atu, señalando su cabeza con el dedo índice.
Yo asentí diciendo:
—Claro que sí, yo soy muy feliz —dije con una sonrisa apurada y, al mismo tiempo, bastante asombrado por su manera de preguntar, que me llevó a pensar en muchas cosas y que luego dedicaré un buen momento a escribir.