Hace unos años, las expectativas en los Awá, tanto en hombres y mujeres era ser hábil, tanto en la siembra, en la medicina, en el tejido, y tantas otras dinámicas que solo están quedando de memoria consultiva en nuestros mayores (a), lo que podemos comprender es que todos tenemos una sensación de querer ser alguien, hoy por hoy hemos reemplazado los sueños, se acaban los tiempos de ser un buen cazador, se acaban los tiempos de ser un buen tejedor, se acaba el tiempo de ser una buena Tejedora, se declina los tiempos de ser buen consejero, se acaban los tiempos de ser amables y respetuosos con el territorio, se acaban los tiempos del compartir los diálogos a lado del fogón, por lo menos eso pareciera, nuestra prioridad en la juventud indígena es escalonar en lo académico!! Por un lado, la selva, los ríos, las aves, los animales deben estar feliz, tanto tiempo en la cacería debió ser para tierra agobiante. Nuestro pueblo dice que cuando nace un niño la selva llora, y en esa curiosidad me preguntaba, ¿por que? Es por lo que el instinto del hombre de la selva, es más fuerte, también trabajador, responsable y eso hace de que sea un talador, destructor, entonces por ello la tierra llora, sabe que cuando se convierta ya en un hombre tarde que temprano iniciará a talar, obviamente era para sembrar maíz, chiro, en aquellos bellos y tranquilos tiempos. Ahora, cuando nacía una niña, según cuestan los que han guardado con suspicacia el saber Awá, que la tierra es feliz, se alegran todos los seres, ¿por que sucede aquello?. La mujer es más dulce con la naturaleza, es más romántica, delicada, tantas cosas que hoy podríamos describir de una mujer, la tierra también sabe que es más cuidadosa, aunque tala los árboles pero no tanto como en los hombres, ello lo hace feliz. 

Javier Ramiro Wanga Pascal
15 agosto 2019.Territorio Attɨm Awá